El Asra*
Día tras día, al caer la noche,
iba la bella hija del Sultán
de paseo hasta la fuente
donde las blancas aguas murmuran.
Día tras día, al caer la noche,
el joven esclavo, de pie junto a la fuente
donde las blancas aguas murmuran,
cada vez más pálido se ponía.
Una noche, la princesa
se le acercó balbuceando:
dime, esclavo, ¿cuál es tu nombre,
cuál es tu patria y tu linaje?
Y el esclavo dijo: Me llamo
Mohamet y soy de Yemen,
y mi pueblo son los Asra
quienes mueren cuando aman.
Heinrich Heine
*Me ha costado ordenar las ideas estos días, porque se acaba el año, porque se agota la vida como una mecha, pero qué pasa cuando esa mecha se consume ¿Acaso adviene el silencio? Quedarán, entre los escombros, las medallas de la nostalgia, los minúsculos alicientes de mi vida laboral, la ternura de la cotidianeidad y sus concomitancias con esa vida nueva; una más muscular y corpórea que nunca alcancé, porque ya estoy viejo para ordenarme o convertirme en un monje cenobita. No, sabes, perdurará el trueno en la sangre, la historia de Abelardo, retornaremos a los túneles y pasadizos subterráneos y la tribu de los Asra sobrevivirá al bombardeo para al fin contemplar el amanecer del milenio.